En una hermosa y cálida tarde de noviembre, yo me encontraba sentada en el parque más cercano a mi hogar, simplemente observando el paisaje. Veía como los niños correteaban de un lado para el otro, como los enamorados se perdían en una mirada, y de pronto lo vi a él, el motivo por el cual me encontraba en aquel parque, aquel joven de ojos azules, con las mejillas rojas por causa del sol y con el cabello despeinado que jugaba con la brisa, él siempre iba al parque a montar su bicicleta, y yo lo observaba, lo miraba y lo estudiaba desde lejos, mas de una vez soñé con él, pero todo se quedaba en un lindo sueño.
Porque nunca le había hablado, hasta esta tarde de noviembre, que decidí hacerlo; al pensar en eso, me recorría por el cuerpo un miedo inmenso, pues tenerlo cerca, escuchar su voz dirigiéndose a mí, sería más que cumplir mis sueños. Pero mi apariencia no era favorable, tal vez no le gustaría mi vestido de flores amarillas, ya viejo por los años, mis sandalias empolvadas, mi cabello poco, opaco y ondulado, encontré tantos defectos en mi; que decidí irme a mi hogar y dejar al joven de ojos azules en mis sueños, así que me pare del banco, observe al joven desde lejos y me marchaba a casa, con la mirada hacia el suelo y el espíritu destrozado.
De pronto, vi que unas ruedas frenaron de golpe frente a mis pies, me detuve, levante la mirada, y era él, el joven de los ojos azules estaba allí, tan cerca de mí, mis ojos se iluminaron, mis labios embolsaron una sonrisa y mis manos temblaban de la emoción; mientras se deslizaba por su cabello alborotado hasta sus rojas mejillas, pero de repente retire mi mano, ya que note que él se sobresalto y miro a todo lado como en busca de algo, luego se quedo mirándome fijamente y abrió sus grandes ojos azules; como si no creyera lo que miraba, así que respiro profundo, trago saliva y se alejo lo más rápido que pudo de mí, yo simplemente veía como el corría; una lagrima rodó por mi mejilla, y decidí volver al cementerio, creo que de allí nunca debí salir.
Lucy Pgrr
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