¡Yo! un señor reconocido y admirado por muchos, pues logre domar a tres tercos hijos y mantener a mi lado a la mujer que siempre he amado, luche y trabaje hasta el cansancio para que a ninguno le faltara nada, disfrute mucho de la vida pero a la vez disfrute muy poco de ella y cuando creía que ya tenía el mundo en mis manos fue que note que había cambiado, pues ya mis pasos eran despacio y forzosos y no me podía sostener por mi solo; y mis estadías en el hospital eran cada vez más largas, pues hasta me avergonzaba cuando se me escapaba alguna sorpresa antes de llegar al baño y de la nada me agitaba y cada día un nuevo dolor me aparecía, y ni siquiera podía comer lo que quería y para el colmo consumía mas medicamentos que comida y mis hijos y hasta mi esposa querida; discutían sobre con quien me quedaría y quien me atendería y como enfrentarían mis gastos clínicos y en ese momento fue que comprendí que había perdido el tiempo, que había luchado por algo que nunca tendría; pues ya no era un joven con futuro, un hombre con agallas; ni un adulto respetable, pues simplemente era un anciano que al pasar de los días se descomponía un poco más, pues era más frágil que un niño y más inútil que un sofá, porque un vejestorio soy que va para la tumba sin mirar atrás.
Lucy Pgrr
0 Comentarios